El mundo de los hongos ha estado íntimamente asociado a la magia, a la fantasía, a lo sobrenatural o a espíritus elementales. Es común verlos junto a gnomos, duendes, hadas o brujas (círculos de hadas o anillos de brujas) en cuentos o en películas animadas. Algunas culturas hasta les asignaron nombres relacionados con la mitología.
Hoy en día, cuando se habla de los hongos, la mayoría de las personas relacionan esta palabra con los champiñones que se compran en los supermercados o con los que nos sirven en los restaurantes. Sin embargo, es un grupo muy diverso de organismos, con una gran variedad de formas y tamaños.
Los hongos juegan un papel muy importante en la regulación de los procesos naturales al ser descomponedores de la materia orgánica, pues evitan que se acumulen muchos residuos en la naturaleza (hojas caídas, madera, cuerpos de animales, incluidos nosotros). Además, reciclan los nutrientes para ser utilizados por otros organismos.
La mayoría son terrestres, pero también existen formas acuáticas (agua dulce y salada). Pueden crecer prácticamente en cualquier sustrato, hasta en derivados del petróleo.
En general, los hongos necesitan de humedad y de una temperatura adecuada para desarrollarse. Si alguna de estas dos condiciones no están presentes, su crecimiento se disminuye o se detiene. Por esta razón, no es común observarlos en los meses del año donde no hay lluvia o es muy escasa (enero-abril), pero recuperan su crecimiento con las primeras lluvias (mayo). Algunos hongos se han adaptado a temperaturas muy altas o muy bajas y otros a poca o mucha humedad, por lo cual podemos encontrarlos en los polos, en desiertos y hasta en aguas termales.
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